Después de más de dos décadas, Ultravox se juntaron para hacer unos conciertos en directo.
En principio era eso nada más.
Pero ya se sabe, la gira fue exitosa, la gente quedó contenta y ellos notaron que podían hacer material nuevo.
La ventaja que tenían no era sólo la experiencia, sino que no había prisa, ni presión alguna. Pudieron tomarse el tiempo que quisieron y hacer como les apetecía.
Sabeis los que ya me conoceis que de este tipo de trabajos no me espero nunca nada sobesaliente, así que si no me gusta no me defrauda ni me deprime.
Y este trabajo del grupo inglés no me ha defraudado, tampoco me ha sorprendido, no me ha disgustado, ni tampoco me ha entusiasmado.
Vamos, que como cuando estás a 0 grados. Ni frío ni calor.
Es un disco que podría haber salido hace 25 o 30 años y no desentonaria.
Los componentes podrán decir que si hay una evolución en el sonido, que es algo sin presión, que si es un trabajo maduro y que si la abuela fuma.
Nada de nada. Es un trabajo de Ultravox. Un disco que tiene el sonido de siempre y que yo personalmente agradezco.
Aquí lo único que cambia y no para bien es la voz de Midge Ure.
No sé si lo ha hecho deliberadamente o si ya no está en buena forma, porque suena bastante distinta a como nos tenía acostumbrados en muchos temas.
Mini-inciso.
La voz de mosquea, porque si no lo ha hecho a posta, ¿Cómo es que en los directos sonaba como siempre?
Volviendo al disco, he tenido que escucharlo varias veces y, mi conclusión es que es un buen disco de regreso.
Tiene no grandes temas, pero sí buenos.
Han hurgado en los discos Vienna y Rage In Eden para buscar la esencia de su sonido, y también han vuelto a escuchar Monument y Lament para recoger retazos.
El resultado son sonidos electrónicos barrocos y apasionados marca de la casa, violines decimonónicos que suenan bien aunque de fondo suenen eruptos. Y por supuesto, tampoco falta esa guitarra, ese bajo y esa batería para recordarnos las esencia del sonido Ultravox.
Si este disco hubiese salido en los primeros 80 y si se hubiese grabado en los estudios alemanes de Conny Plank, a buen seguro que hubiese sido en tremendo bombazo.
Como se ha editado en el siglo XXI pues puedo decir que, a pesar de todo, son Ultravox, suena a Ultravox y que les agradezco que me retrotraigan a mi adolescencia musical.
Por cierto, siguen teniendo portadas sobrias y exquisitas.
No me han descubierto nada, pero tampoco se lo pido.
En principio era eso nada más.
Pero ya se sabe, la gira fue exitosa, la gente quedó contenta y ellos notaron que podían hacer material nuevo.
La ventaja que tenían no era sólo la experiencia, sino que no había prisa, ni presión alguna. Pudieron tomarse el tiempo que quisieron y hacer como les apetecía.
Sabeis los que ya me conoceis que de este tipo de trabajos no me espero nunca nada sobesaliente, así que si no me gusta no me defrauda ni me deprime.
Y este trabajo del grupo inglés no me ha defraudado, tampoco me ha sorprendido, no me ha disgustado, ni tampoco me ha entusiasmado.
Vamos, que como cuando estás a 0 grados. Ni frío ni calor.
Es un disco que podría haber salido hace 25 o 30 años y no desentonaria.
Los componentes podrán decir que si hay una evolución en el sonido, que es algo sin presión, que si es un trabajo maduro y que si la abuela fuma.
Nada de nada. Es un trabajo de Ultravox. Un disco que tiene el sonido de siempre y que yo personalmente agradezco.
Aquí lo único que cambia y no para bien es la voz de Midge Ure.
No sé si lo ha hecho deliberadamente o si ya no está en buena forma, porque suena bastante distinta a como nos tenía acostumbrados en muchos temas.
Mini-inciso.
La voz de mosquea, porque si no lo ha hecho a posta, ¿Cómo es que en los directos sonaba como siempre?
Volviendo al disco, he tenido que escucharlo varias veces y, mi conclusión es que es un buen disco de regreso.
Tiene no grandes temas, pero sí buenos.
Han hurgado en los discos Vienna y Rage In Eden para buscar la esencia de su sonido, y también han vuelto a escuchar Monument y Lament para recoger retazos.
El resultado son sonidos electrónicos barrocos y apasionados marca de la casa, violines decimonónicos que suenan bien aunque de fondo suenen eruptos. Y por supuesto, tampoco falta esa guitarra, ese bajo y esa batería para recordarnos las esencia del sonido Ultravox.
Si este disco hubiese salido en los primeros 80 y si se hubiese grabado en los estudios alemanes de Conny Plank, a buen seguro que hubiese sido en tremendo bombazo.
Como se ha editado en el siglo XXI pues puedo decir que, a pesar de todo, son Ultravox, suena a Ultravox y que les agradezco que me retrotraigan a mi adolescencia musical.
Por cierto, siguen teniendo portadas sobrias y exquisitas.
No me han descubierto nada, pero tampoco se lo pido.